La luz roja es la señal y el circo empieza


Cuando las cadenas chocan con el pavimento el fuego de sus extremos hace un pequeño camino de chispas y flama alrededor de Wladimir Ivesich. Él sigue agitándolas formando círculos en la oscuridad de la noche, la banda sonora de su número son los pitos de los carros, la sirena de una ambulancia, la policía y el silbido del semáforo peatonal.

La luz está por cambiar a verde, y el manabita de 29 años y seguidor de la cultura Rastafari, apaga el fuego de las cadenas, se acerca a los carros para recibir un pago voluntario por su demostración de habilidad y arte.

Llegó a Quito hace 19 años. Cinco años atrás descubrió el malabarismo y el swing, una técnica que consiste en jugar con banderas o cadenas haciendo círculos alrededor del cuerpo y formando figuras en el aire.



El malabarismo en Latinoamérica no tiene horarios ni planificación; un tanto nómadas y muy soñadores son estos representantes del circo del nuevo siglo. Elías Seravia o “Mosquito”, describe la vida del malabarista en una frase “vivimos el día como se va dando sin ninguna rutina ni atadura.”

Este chileno tiene 22 años y hace cinco aprendió a “tirar clavas”.
Desde entonces viaja por Suramérica como mochilero, con sus malabares como medio de sustento y sus juguetes son el equipaje.

Al Ecuador llegó hace ocho meses. Aquí conoció a dos peruanos Denys y Julio, con quienes se une para hacer ruedos en el centro de Quito “Sentir ese calor y descomplicación del público es lo que me gusta de hacer malabares en la calle” dice Mosquito lanzando las cinco clavas al aire.

Sus compañeros de ruedo, Julio y Denys, estudiaron en La Tarumba, una escuela de circo peruana que se ubica entre las más reconocidas de América Latina.

Su siguiente destino, como el de la mayoría de los malabaristas, es la convención de malabarismo de Bolivia que se realizará en La Paz del 13 al 16 de julio.

En Ecuador no existe escuela de artes circenses. La Casa de las juventudes del Patronato San José es el único lugar dónde se dictan talleres de malabarismo y acrobacia. La academia de los cirqueros y malabaristas ecuatorianos es la calle.
Así lo confirman los integrantes del grupo el Circo del Trapecio, que está conformado por Carlos Guerrero, Andrés Astudillo, Guillermo Witt, Fabián Albornoz, Hamilton Moreno, Rafael Carillo, Pablo Díaz y Karla Rivadeneira, desdieron apostarle al escenario. Son malabaristas, acróbatas y payasos que se unieron en enero del 2009 para crear un circo teatro.

La mayoría de ellos aprendió circo en las calles


“El malabarismo es una forma de expresar cultura” dice Carlos “porque hablas con tu cuerpo y demuestras lo que vez y lo que eres con tus destrezas”.

www.latarumba.com

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